viernes, 19 de febrero de 2016

Hablar y correr a la vez es bueno para tu corazón "Nota de Interés"










Los médicos dicen que someterlo a más de tres horas de ejercicio intenso a la semana a partir de los 35 años puede desencadenar arritmias mortales


 El ejercicio es una hoja de doble filo para el corazón. A partir de cierta edad, una barrera que la comunidad científica ha situado en los 35 años, su práctica puede resultar muy beneficiosa siempre que se realice de «una manera moderada».

 ¿Qué tipo de prácticas pueden llevar semejante calificativo?

 Los médicos consideran que lo son todas aquellas que permitan mantener sin problemas una conversación.

 Si el jadeo y la respiración acelerada lo impiden, estaríamos ante un ejercicio de tipo intenso. Saber diferenciar entre uno y otro no es una cuestión baladí, especialmente ahora, que se ha puesto de moda salir a correr a la calle, a menudo hasta que el cuerpo aguante.

 No es algo que pueda realizarse alegremente. Someter al músculo cardiaco a más de tres horas por semana de fuerte actividad deportiva favorece la aparición de arritmias, que pueden llegar a ser mortales.

«Por regla general, realizar ejercicio intenso a partir de los 35 años es como someter a nuestro organismo a un auténtico terremoto», El especialista en Medicina Deportiva José Calabuig, director del servicio de Cardiología Intensiva de la Clínica Universidad de Navarra.

«Cuando se produce un terremoto, los buenos edificios resisten y sucumben los que no están bien, que suelen ser la mayoría. No se trata de que someta a mi organismo a un terremoto cada vez que voy a correr, sino que disfrute con ello y que, de paso, favorezca mi estado de salud».







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«El ejercicio moderado es el único que te permite desarrollar un corazón de atleta, que es el más sano»

Cardiólogos y expertos en medicina deportiva suelen dividir en tres los tipos de ejercicio que pueden practicarse.

 El llamado ligero no afecta para nada al corazón. No lo mejora, pero tampoco lo empeora. Salir a caminar o hacer un poco de gimnasia por la mañana o a última hora del día sí puede contribuir, sin embargo, a mantenerse en un buen estado de forma.

 El moderado, en cambio es, según Calabuig, «el ejercicio por excelencia», porque permite desarrollar lo que se conoce como el corazón de atleta. Bicicleta, natación o salir a correr por el monte o la ciudad sin necesidad de hacerlo con la lengua fuera, durante tres o cuatro veces por semana, aporta «enormes beneficios» para el órgano encargado de sanear la sangre y redistribuirla por el organismo.


El primer cambio que experimenta un cuerpo que comienza a realizar ejercicio moderado es una bajada de la frecuencia cardiaca, lo que indica que el corazón está haciéndose más fuerte y más grande y es, en consecuencia, capaz de distribuir la sangre de una manera más eficaz.

Una persona sana, en condiciones normales, puede tener unas 70 pulsaciones por minuto, pero con la práctica regular de deporte aeróbico puede bajar a 60 o 58. El ciclista Miguel Induráin, que tuvo a José Calabuig como cardiólogo, contabilizaba en sus tiempos de gloria 28 latidos por minuto.

Un corazón ejercitado de forma moderada aumenta, además, de tamaño, lo que le permite lanzar al organismo una mayor cantidad de sangre en cada embolada. Los distintos órganos se favorecen de este modo de un mayor aporte de oxígeno y los músculos se ven capacitados para realizar un trabajo más potente.

 Pero aún hay más. «El cambio que es superbeneficioso y buenísimo -advierte emocionado el especialista- es el aumento de diámetro de las arterias coronarias», que son las que riegan el músculo cardiaco y en las que se producen infartos y anginas de pecho cuando se obstruyen por acumulación de grasa. «Eso es un auténtico regalo, sobre todo para los hombres, que tenemos más probabilidad que las mujeres de enfermar de las arterias coronarias».


El estado de las principales conducciones que riegan el corazón comienza a deteriorarse a partir de los 35 años. A esa edad, la acumulación de colesterol en sus paredes empieza a ser lo suficientemente importante como para limitar las sesiones de actividad intensa o, mejor, evitarlas si no se está acostumbrado a realizar el mínimo ejercicio.

 La recomendación de los especialistas, sobre todo si se ha hecho poco o nada de gimnasia hasta esa edad, es someterse a una prueba de esfuerzo y realizarse un electrocardiograma.

 «Como suele decirse -bromea el experto-, 'Manolete, si no sabes, ¿para qué te metes?' Pues esto es igual. Cuando a uno le entra la fiebre de comenzar a hacer deporte, primero debe chequearse el corazón para saber hasta dónde puede llegar y qué es mejor que no intente».

Una persona joven, según el médico de Pamplona, «puede hacer lo que le dé la gana» porque su cuerpo, generalmente, lo aguanta todo. Pero a partir de los 35, cada vez más estudios científicos demuestran que más de tres horas de ejercicio severo a la semana ponen al deportista en riesgo de muerte por arritmias graves. El exceso de ejercicio no solo debilita el corazón haciéndolo más propenso a perder el ritmo cardiaco, sino que además deprime el sistema de defensas y favorece la aparición de otros males como depresión, incluso cáncer. «Se mire como se mire, no merece la pena»,